lunes, 16 de julio de 2007

¡Oh, el hermoso clavicordio!

Así es como se me recibe en mis ya archifamosas (cómo echaba de menos esta palabra) mañanas del Ministerio, en las que se compara mi arte al teclado con la virtuosidad de W. A. Mozart en su siglo XVIII.

Supongo que cada uno saca lo mejor de sí a su manera...

No hay comentarios: