jueves, 1 de enero de 2009

Un día como otro cualquiera

En la soledad que me da tanta alegría. Con la gente que no está y que echo tanto de menos. Y con un teléfono que descansa, que sólo suena cuando es necesario. Y menos mal.

Estoy viendo un pirata, un mono y una guerrera. A mi lado, todo mi grupo de amigos, hinchados y con los rasgos desdibujados descansan de un evento que aún nadie sabe en qué consistió. Eso sí, yo dormí fenomenal: antes, después y durante el evento.

Ahora ya no lo consigo con tanta facilidad porque hay muchos caminos que tengo que recorrer, y no encuentro momento para parar. Esto no se para. Con sólo apretar la tecla una vez, el sonido se mantendrá, propagándose por las ondas a la velocidad de... del sonido, claro, una variante que sí es conocida; no así la de la luz, un misterio que perdura a nivel universal, y también en uno bastante particular: el de casa. ¿Qué pasa con los circuitos? ¿Qué pasa al otro lado de esa puerta? ¿Cómo algo va a funcionar bien en un lugar en el que se enfrentan dos mundos? Pero, ¿sólo son dos?

Dos son las Polas, las cenas de Navidad que arrastramos y también las fiestas de Nochevieja. Dos son las entradas de salida IN y OUT. Como en los circuitos, donde todo se rige por un principio y un final. Este singular sitio también y, de momento, vuelve a estar en marcha, recorriendo un nuevo circuito que, curiosamente, arrancó esta mañana; sola, rota y vendada. Curada.