lunes, 17 de marzo de 2008

Once menos cuarto...


Si hubiera prestado atención en las clases que me daba Antonio en el instituto, ahora los husos horarios, las manillas del reloj y cómo mantenerse fresco en todas las ocasiones no sería un problema.

Cuando hacía mucho calor, Antonio se solía poner una de las dos camisetas que siempre llevaba en la cabeza. Se la enrollaba alrededor de la frente y la dejaba que colgara; y me hacía mucha gracia porque Antonio parecía un marajá. Un día que llevó una camiseta a rayas rojas y blancas en la cabeza le llamé Wally. Con voz adolescente y tono ofensivo, me estuve riendo todo el día.

Y la que resulta que ahora pasa calor y lo lleva mal soy yo. Y la que hace dos semanas se compró un jersey a rayas rojas y blancas y se ofendió cuando le dijeron eh, pareces Wally, también. Y soy yo la que mañana se va de viaje a un sitio que no es España... ya quisiéramos. Eso sí, sin sacar dinero, preparar la maleta ni ser consciente de que los husos a veces tienen su uso.

Las vacaciones también y, éstas que empiezan, más que nunca. ¡Ahí voy!

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