domingo, 13 de julio de 2008

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Cuando un trauma no existe, todo el mundo habla de ello como un trauma. Lo cuenta, lo re-cuenta, le da la vuelta, lo cuenta desde el final; reanuda el tema, lo toma, lo deja pero no lo olvida y lo vuelve a sacar. Y así se lo saca. Y fuera.

Cuando un trauma sí existe, nadie habla de ello porque nadie sabe que está. Y así no se saca. Y se queda. Dentro. Y cuando menos se lo espera la gente, porque no esperan que vaya a pasar nada dado que nada existe, sale el trauma y ¡fiesta, alegría, disparemos! Y entonces te das cuenta de que ya es demasiado tarde. De que ya está ahí. Dentro. Y se ha quedado.

Y lo mejor es toparte con unas orejas que te ayuden a sacarlo. Y con una boca que se acerque para sólo rozar. Y con unos brazos que, tapados, seducen más; porque ya se alejan.

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