Es el mejor juego de infancia de todo neno o nena que se acerca por primera vez a un mundo de altura y de mayores como es el de los videojuegos...
O por lo menos era lo que pensaba yo cuando no tenía altura ni era mayor, y me llamaban Cheeto porque me gustaba mucho comerlos (sobre todo el verde, el del gordito de las bolas de queso), y me regalaban Phoskitos porque el bar era de mi tía-abuela, y me ponían mostos con rabas -que por entonces me gustaban pero hoy en día me dan arcadas-, y jugábamos siempre al fútbol, a chutar las ramas más altas del mundo mientras nos columpiábamos, a escenificar obras de teatro dirigidas por mi primo el mayor o al Tetris.
Todo esto me ha venido a la cabeza en un minuto al recuperar un juego que tenía tan olvidado, tan perdido y que, de repente, está aquí. Eso sí, no busquéis a los cosacos pegándose un baile. Eso lo tendréis que tener guardadito en el recuerdo.
lunes, 11 de junio de 2007
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