Éste es un post que me planteé crear el martes pasado y que, llegado el día de la Mujer (trabajadora o no, me da igual, es un día que le dedico a todas las mujeres), me parece más que propicio publicar hoy, tras un par de días de frenética actividad -quién me lo iba a decir- en el Ministerio.
Martes, 6 de Marzo de 2007.
8.30 de la mañana. Metro Cartagena. "Tren va a efectuar entrada en estación" y todos subimos, envueltos en bufandas, auriculares y ejemplares recién salidos del horno impresor de 20minutos.
8.31. Tres son los elementos que me permiten echar un vistazo a mi alrededor en una mañana cualquiera, rodeada de gente cualquiera:
- El hueco que queda libre entre mi nuevo flequillo estilo años '80 y mi bufanda bicolor
- La rara falta de sueño de esa mañana
- El exceso de curiosidad obligada en un día en el que mi ya conocido descuido ha dejado la batería del iPod a cero, o menos...
8.32. Curva que nos lleva a Avenida de América y, antes de que se abran las puertas, observo: de frente, una con dos, otra con dos, otra más con dos; a mi izquierda, una con uno al hombro y otro en la mano; a su lado, una con uno en la espalda y uno entre los pies; a mi derecha, una con uno en cada mano, otra con dos en la misma mano y una tercera con ambos bien colocaditos entre las piernas, como si incluso ellos se hubieran levantado cansados.
8.32. Tiempo para el cálculo: una, dos... y hasta ocho mujeres, y cada una con dos bolsos entre manos. 8 x 2 = 16. ¿Puede ser? ¿16 bolsos donde sólo hay 8 personas?
8.33. Perpleja y pensativa bajo del tren, considerándome una privilegiada que puede recorrer el intercambiador de Gregorio Marañón con una mano en total libertad para colocarme ese nuevo flequillo, ajustarme la bufanda o darme palmaditas en la espalda por no cargar con un peso tan grande o, simplemente, por haber sabido hacerme siempre con bolsos más grandes.