Señora, no se acerque tanto; no me mire así, como perdonándome la vida, y, sobre todo, no saque otra de sus ridículas estampitas de su cartera roída con el paso de los años y de los rezos.
No, señora, no; no soy la chica de rizos que tiene a su lado. Ella viene de la Catedral de la Almudena y vuelve a casa después de haber cumplido con su único esposo. Yo, que no tengo esposo, ni quiero, tampoco quiero estampita.
Porque sus dientes me dan miedo, sus gafas necesitan cristales nuevos y su tinte de pelo no me inspira confianza. Mejor voy corriendo a casa, huyendo de creencias y normas, pero no sin antes darle las gracias. Gracias, señora, por no insistir.
miércoles, 16 de abril de 2008
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2 comentarios:
¿Sufriste un ataque religioso? Tremendo!
¡Sí! ¡En pleno metro!
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