- Me gusta tu pulsera. Qué bonita.
- ¿Verdad que sí? Además, me encanta cómo suena –tintineo de bisutería ante el gracioso movimiento de muñeca de la dueña-. Me siento como Caperucita Roja.
- Estás buscando un lobo, ¿eh? Ten cuidado, que al final lo vas a encontrar.
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