Pero sigo aquí.
Cada día sé menos dónde voy a terminar, porque me falla la gente, las fuerzas, el saldo, el empuje y el dinero.
Eso sí, hay cosas que siempre te acompañan y, si ya lo hizo en marzo, en agosto consigue que el tren se mueva el doble de rápido y el sol salga cuando menos te lo esperas. Menos mal, porque así se está menos mal.
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